COMPLETO POR DENTRO, A MEDIAS POR FUERA.
- Windsor Gomez
- Aug 24, 2015
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“¡Qué bien estás solo!”, “¡Qué envidia me das!”, “Si yo pudiera, también viviría la vida loca”, “Con la cantidad de cosas que haces y la vida tan tuanis que tienes, ¿qué más queres?”, “Es que pides demasiado y claro, así…”.
Vayamos por partes: Tú no sabes si estoy bien sin-pa-re-ja, no solo. No hay nada que envidiar, no es algo fruto de la suerte o una gracia innata. Y por poder, puedes, simplemente tienes que dejar a tu pareja y ¡pumm! Seremos iguales.
Soy un hombre fuerte, trabajador y que se empeña en hacer cada día lo que ama, pese a que la cuenta bancaria se ría de mí desde hace años. Pero ¿vida loca, la vida loca? ¿En serio? Tener el pelo horrible e incontrolable, hacer mucho ruido y no parar de participar en eventos no es precisamente estar viviendo como un loco. Aunque lo parezca, no soy un depravado digno de psiquiátrico, no sé qué recordarás tú de tu soltería o qué imaginas que es…
En este punto me encomiendo a la sabiduría popular: “Tu opinión sobre mí dice mucho más de ti que de mí”. He dicho.
¿Pido mucho? No, no pido. De hecho, ni busco. Pero, amigas y amigos casados y casadas, emparejados y emparejadas y/o embarazados y embarazadas, por favor, no acabés insultándome queriendo hacerme un favor -por pensar bien-: si yo ‘estoy solo’ porque supuestamente pido mucho, ¿ustedes estan acompañados porque se conforman con poco? Bueno -¡Un saludo a las otras mitades entonces!-.
Por cierto, aprovecho: claro que soy exigente. Pero es que yo valgo mucho. Este matiz es importante y muchas solteras y muchos solteros me entenderán porque a veces quejarse de cómo está la situación ahí fuera (de uno mismo, de casa) tiende a relacionarse directamente con que te infravaloras. Y no, no, no.
Pero aun teniendo tan claras todas estas cosas, una tiende a callarse, sonreír y caminar hacia casa con los cascos puestos esperando encontrar entre whatsapps alguno que hable de amor. ¡Pues claro! ¿Por qué no? Y precisamente coincide con esos días en que te sientes Ally Mcbeal que, para quien no la recuerde, consiste básicamente en que se cumplan tus deseos más viscerales y perversos en un plano paralelo.
El mío es ver cómo un rayo exterminador baja del cielo y cae sobre esas parejas que contorsionan sus lenguas precisamente a mi lado en un cruce y todavía quedan 15 segundos para que se ponga en verde el semáforo. En momentos así, sin darte cuenta, repasas en tu cabeza cada experiencia única en la que has caído y por la que te has deshidratado por los ojos pero de la que ya no te arrepientes.
Y te llega la angustia a la garganta de solo pensar en volver a empezar una nueva historia porque sabes que desde el primer instante estarás esperando el fallo, el desencanto, el nuevo abandono. Y vuelves en ti con el sonido de un claxon y todavía te sobran cinco segundos para ver que esos dos siguen a tu lado.
Confesaré algo, tengo estudiado, demostrado, comprobado, que en esto de las relaciones me pasa algo que me acompaña en otras facetas de mi vida. La sombra de la competencia. Algo que te hace grande en lo profesional o al menos a aspirar a serlo. Pero en el amor, es un lastre mayúsculo. En mi vida prácticamente siempre ha sobrevolado la palabra “otra” y ese entrañable personaje que ‘come amigos’. “Hay otra”, “Me gusta otra”, “Mira aquella otra”, “Tú serías la otra” y “Te quiero pero como amigos”.
Y personalmente creo que al menos en el plano sentimental tienes que ser el protagonista y en exclusiva. Así que la sensación de tener una nube encima, detrás o delante que no me deja brillar, no me interesa.
Así, les regalo algunas de mis certezas: a veces echamos de menos algo que realmente nunca hemos tenido; si algo no fluye de forma natural, no es para ti, no insistas; quien quiere algo, lo hace. No hay excusas y no hay “luegos”. Y no consumas tu vida pensando en qué dijiste en aquel minuto aquella tarde o cómo moviste el dedo meñique durante aquella difícil discusión. El efecto mariposa en una relación no existe. ¡No te flageles más!

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